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martes, 6 de abril de 2010

La responsabilidad de los padres


Me manda un amigo un enlace vía correo sobre la responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos. A todo esto deciros que tiene veintitantos.  El que se preocupe por estos temas (aún no tiene hijos) me da que pensar... ¿será que no lo estamos haciendo tan mal...? Aunque de todo hay como en botica.

"No hay que pegar a los niños; hay que pegar a los padres".

La frase, con evidente intención irónica, la pronunciaba un amigo hace tiempo cuando algún niño molestaba en exceso a su alrededor.

Siendo la paciencia en persona como era, su malestar lo provocaba la indolencia de los padres que consentían e incluso alentaban los excesos filiales.

La justificación paterna siempre es:

- autoexculpativa: estamos cansados; no tenemos tiempo; no es para tanto; son cosas de niños; solo es un juego…;

- e inculpatoria: la educación es cosa del colegio; los abuelos los malcrían; …


Permítanme que les cuente una historia reciente, que conozco de cerca.

Un niño de 5 años, en 3º de educación infantil, comienza a decir en casa que no quiere ir al colegio, que no quiere quedarse a comer…
Después de algunas preguntas es capaz de explicar que otros niños de 4 años, de 2º de infantil, se burlan de él, le insultan, le persiguen, le empujan…

Los hechos no parecen muy graves; más bien "cosas de niños" que, jugando, no controlan bien el alcance de sus actos, y se divierten viendo cómo su juego obtiene resultados.

Como el asunto se prolonga durante algunas semanas, sin demasiado drama hay que decir, una tarde, a la salida del colegio, los padres del niño "agredido" se aproximan al grupo de padres de los niños "agresores" y les plantean el caso.

La respuesta de los padres es mayoritaria: comprensión, sorpresa, acto de contrición y propósito de enmienda. Todos menos uno, que se inhibe de la conversación y sigue jaleando a su niño.

Pasadas un par de semanas, el niño "agredido" ya no habla del tema e incluso cuenta que sus antiguos "agresores" son ahora sus amigos. Todos excepto uno, que sigue chinchándole en cuanto tiene ocasión. ¿Adivinan cuál?
Pues sí: el hijo cuyo padre no prestó el más mínimo interés por una cuestión que claramente afecta a la educación de su hijo.

¿Quiere eso decir que ese niño está destinado a ser un "agresor" el día de mañana?
No, desde luego, pero el desinterés e indolencia de sus padres por controlar una actitud irrespetuosa hacia otra persona me lleva a pensar que ese niño no aprenderá esos valores en el ámbito familiar, sino fuera de él, suponiendo que todo esté a favor. ¿Y si no lo está?

Seguramente todos hemos presenciado escenas de niños abusando de otros en parques y zonas de juegos ante la pasiva observancia de sus padres.
Una vez más, la actitud es autoexculpatoria, incluso a veces orgullosa.

Y es que hay muchas maneras de ser padre. Y los condicionamientos sociales, económicos, laborales, personales, efectivos, familiares... casi infinitos.

La responsabilidad de los padres es única, personal e intransferible, en la transmisión de valores fundamentales, básicamente el respeto.

Pero como padres nos pasamos la vida transfiriendo nuestra responsabilidad a "otros", dejándola incluso en manos de los propios niños.

Luego nos espantamos con los amargos sucesos que diariamente se producen en nuestra sociedad en forma de acosos, agresiones, delitos, crímenes… que, obviamente, ya no son cosas de niños o cosas de chavales.

Pero, como ya henos dicho en otras ocasiones, la educación siempre ha sido el hermano pobre en nuestra sociedad.
Y tras muchos años de "trabajo bien hecho" los resultados nos estallan en la cara. Y ya ni siquiera sabemos distinguir la frontera.



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